Una metáfora es una transferencia o evocación de un significado. Así de sencillo y así de complejo. A cada paso hay una metáfora. A cada paso ocurre algo que cuentas como novedad, apoyándote en algo conocido. La utilidad de la metáfora es un arma de doble filo. Por un lado, una metáfora da un sentido determinado al relato en cuestión, le atribuye un efecto lógico y otro psicológico. Por otro lado, ¿cómo te atreves a llamar novedad a algo que explicas a través de metáforas que ya están en el acervo social? Lo haces porque no tienes vergüenza …
Metáforas de la vida cotidiana, de George Lakoff y Mark Johnson, comienza con estas palabras: «Para la mayoría de la gente, la metáfora es un recurso de la imaginación poética […] Nosotros hemos llegado a la conclusión de que la metáfora, por el contrario, impregna la vida cotidiana, no solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente de naturaleza metafórica». Por eso, cuando narras, de una u otra forma, te apoyas en metáforas que ya están en la mente del lector, en particular, o de la audiencia, en general. Cuentas basándote en lo que ya es conocido y, de alguna manera, aceptado. La metáfora de partida será clave para que el relato sea creíble, aceptado, comprendido, comentado, difundido…
Antonio Núñez, en ¡Será mejor que lo cuentes!, habla de la hipocognición relacionada con las metáforas, dice que «Cuando no se han creado las metáforas adecuadas para hablar de una nueva realidad, esa realidad no cobra vida, no existe. Este fenómeno recibe el nombre de “hipocognición”». Este es un concepto vinculado a la lingüística cognitiva que se define como la ausencia de una representación lingüística para describir ideas. ¿Qué suele ocurrir cuando en una lengua no existe una palabra específica para una idea?, por lo general, o se adopta la palabra que tenga otro idioma o se crea una (lo cual suele hacerse por proximidad o imitación a la palabra de ese otro idioma que ya existe, o por semejanza a las connotaciones, entorno y demás que esa idea sin, todavía, representación lingüística tenga). Lo mismo ocurre cuando no hay metáforas en las que apoyarse para hablar de una nueva realidad: se crean las metáforas necesarias basadas en aquellas otras metáforas que ya existen en la mente social, y, así, se intenta abrir la mente de las personas a nuevas reflexiones, nuevas realidades, etc. Exacto, lo que estás pensando: para lo bueno y para lo malo.
Elegir una o varias metáforas sobre las que articular un relato dice mucho del propio relato (y de quien lo escribe). Esa metáfora está determinando, por ejemplo, el tipo de sentimiento que se quiere despertar, el nivel de veracidad del relato, implicaciones éticas, comportamientos… Además, la elección de una metáfora está estableciendo qué se quiere resaltar y qué se quiere enmascarar de la historia o el concepto. La metáfora dirige el sentido de esa historia o esa idea.
Para elegir esas metáforas que te servirán para contar tu relato, es imprescindible (e imposible no hacerlo) elegirlas en función del entorno social de quien escribe y sobre lo que escribe (sociolingüística al poder). Esto es así se quiera o no, porque si no existe ese espacio cultural conocido en el que se comparten conocimientos, valores, comportamientos o realidades, entonces, será muy complicado, para quien escribe, hacerse entender y, para quien lee, comprender. Cuando este contexto común no existe, entramos en el plano de la negociación para alcanzar esa comprensión.
Este tema de la negociación es bastante evidente si pensamos por un momento en la tarea de traducción. Cuando una persona escribe un libro, lo hace, como he señalado, valiéndose de su contexto social, el que sus lectores van a entender fácilmente: referencias a otros libros de su país, por ejemplo, películas, costumbres, etc. El traductor puede encontrarse con referencias que a las personas que hablan el idioma al que se hace la traducción no conozcan. Entonces, ¿qué haces?, ¿traduces literalmente o acercas la idea con una representación cercana para los nuevos lectores? Pues todo depende del tipo de libro que se esté traduciendo y de la alteración que esa adaptación suponga para el texto original (por descontado, todo esto sin perjudicar al texto original). Eso es negociar: buscar la explicación más universal y salirse de la más regional. Esa es la forma de llegar a una audiencia mayor. (Y por eso no todas las películas que se hacen llegan a todos los países, a pesar de las plataformas digitales, porque el contexto al que se refieren es demasiado local y será difícil que atraigan a un público que no comparte esas costumbres, comportamientos…).
Espera… entonces… cuando eliges esas metáforas con las que desarrollas tu relato, con las que potencias unas cualidades y escondes otras, con las que defines cómo quieres que se sienta tu audiencia, lo que quieres que piensen… entonces ¿estás influyendo, condicionando, persuadiendo a tu audiencia? Sí. Eres lo peor intentando condicionar el pensamiento de tu audiencia. En la siguiente entrada voy a hablaros sobre la comunicación persuasiva. Poneos cómodos…