Voy a empezar por deciros que Lionel Trilling (1905-1975), autor del libro que he leído hace poco, fue profesor, escritor y crítico literario (entre otras actividades relacionadas con el mundo de la literatura) estadounidense que, como he leído en una entrada del blog Ser escritor (Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz) que remite a la reseña escrita por Manuel Vilas, nos transporta a una época en la que se podía vivir con la calma necesaria para pararse y disfrutar. Y eso es lo que ha significado leer este libro: parar, leer y disfrutar.
El derecho a escribir mal, de Lionel Trilling publicado por Tres Puntos Ediciones en su colección Escrituras (tengo en las manos una edición de abril de 2018).
En ocho artículos analiza ocho obras y ocho autores. En los cinco siguientes, habla a los lectores sobre la literatura, la cultura y la vida. Una vida entendida sin prisas, sustentada en base cultural —envidiable en estos años—. Dice en la página 207, en el capítulo titulado «La función de la pequeña revista literaria»:
A lo largo de los primeros ocho ensayos, Trilling disecciona tanto obras como autores (literariamente hablando). Nos cuenta sobre las venturas y desventuras que vivieron obras como Ana Karenina, Lolita o Huckleberry Finn, cómo fueron recibidas, cómo fueron entendidas y vueltas a entender; y también sobre los autores: qué pretendían y qué resultó, qué transmitían a través de sus palabras. Como dice Vargas Llosa, en la época del ensayista estadounidense «… la crítica literaria tenía que ver con las cuestiones centrales del quehacer humano».
En el apunte biográfico sobre el autor que incluye esta edición, he descubierto que fue profesor, entre otras muchas personas vinculadas a la literatura, de Saul Bellow, del que tengo un pequeño volumen de más de setecientas páginas (Cartas, publicado por Ediciones Alfabia, edición de noviembre de 2011) esperando a que llegue su momento de ser leído («La vida de un maestro de la literatura americana, a través de sus cartas», dice en la contraportada). Ahora tengo una razón más para que adelante posiciones en la lista de próximas lecturas.
El derecho a escribir mal es una pequeña joya que Tres Puntos Ediciones nos ofrece, como sin darse importancia, en un catálogo cuidado y lleno de pequeñas obras por descubrir. No deberíais tardar tanto tiempo como he dejado pasar yo en leer esta obra y dejaros llevar a un tiempo en el que la literatura importaba y era cuidada, apreciada, valorada, accesible (la publicación por entregas en prensa —escritura serial— de obras que se convirtieron en grandes obras de la literatura no se le debería escapar a nadie, o las circulating libraries que sirvieron para compartir obras a cambio de módicas cantidades por un alquiler temporal de libros) y no un simple artículo susceptible de ser mercadeado.