La editorial Trifolium nos presentó a finales de 2017 Memorias de una estudiante Victoriana, una edición de Aurora Ballesteros que encabeza con una presentación de Jane Ellen Harrison, sobre quien trata estas memorias, y de algunas características de la época que vivió y marcaron su vida y desarrollo.
Se trata de una obra breve en palabras e intensa en contenido. Harrison nos relata en sus memorias cómo fueron sus primeros años de educación formativa en una época, la victoriana, en la que la educación de las mujeres se reducía a saber llevar una casa, contando, eso sí, con el sustento económico de una figura masculina y la aprobación de esa figura prácticamente para cualquier pequeño detalle que hoy nos parecería descabellado. Harrison nos introduce en esos primeros años de estudios en los que las niñas podían aprender limitadas cuestiones, pero también fue un momento en el que se empezó a entender que era de interés que la mujer recibiera una formación más amplia. Sin embargo, esta «liberación» venía marcada por contradicciones como la prohibición de comprar y leer libros. Harrison tuvo la suerte de poder acceder a una escuela para mujeres en la que a pesar de las limitaciones empezó a descubrir su verdadera vocación, o su verdadera pasión en la vida: tirar por tierra los conceptos preconcebidos y fijados por sus antecesores y coetáneos varones. Quizá ese hecho, su necesidad de romper esquemas, la llevó a adentrarse en el estudio de la Grecia antigua, pero desde un enfoque totalmente nuevo: Grecia como fuente de vida.
Jane Ellen Harrison se convirtió en profesora universitaria mientras la mayor parte de las mujeres de la época victoriana se venían limitadas al ámbito doméstico bajo el control masculino; por decisión o por el acaecer de su vida (como parece reconocer al final de sus memorias) no se casó y no necesitó de hombres que la mantuvieran, más allá de ayudarla con las tareas que peor se le daban, como la navegación, por ejemplo.
Conoció a personajes de un gran ámbito cultural y de poder, como George Elliot, Virginia Woolf (nos dicen en la edición que Harrison sirvió de inspiración para el texto Una habitación propia de Virginia Woolf), Andrew Lang, el emperador de Japón y un gran número de personajes que detalla en el relato de sus años académicos.
Las memorias no están exentas de un cierto humor, al más puro estilo victoriano, y también de situaciones que por extravagantes arrancan una sonrisa en el lector. Como cuando nos cuenta el primer dinero que ganó con un artículo en una revista, lo cual era impensable (¡una mujer ganando su propio dinero por una tarea intelectual!) y destinó ese dinero como donativo para, así, limpiar la mala conciencia.
Es, en resumen, una obra cargada de información sobre la época en la que vivió Harrison, los cambios que empezaron a facilitar el acceso de las mujeres a una formación más amplia (con limitaciones contradictorias), sobre libros y, lógicamente, sobre Harrison y su desarrollo personal, profesional y académico y un sinfín de personajes que os pueden llevar a buscar más y más sobre los diferentes ámbitos en que fueron importantes estos. Todo ello, narrado desde la perspectiva sosegada de una Jane Ellen Harrison con algo más de setenta años de edad que ve su vida pasada y vivida con la perspectiva suficiente para poner reconocer su inocencia, su testarudez, y su gran capacidad para avanzar y abrir, consciente o inconscientemente, paso al desarrollo de la mujer en más ámbitos de la vida social y profesional.
Memorias de una estudiante victoriana
Jane Ellen Harrison
Trifolium
ISBN: 978-84-947581-2-6
175 págs.