
Empecemos por el final, porque la parte «XII. A manera de posdata», merece la pena por si sola y es el cierre que pedía este librito: «… nadie puede enseñar a otro a crear; a lo más, a escribir y leer. El resto, se lo enseña uno a sí mismo tropezando, cayéndose y levantándose, sin cesar» (p. 136) y, aunque he elegido estas palabras, no son las mejores de estas dos últimas páginas en las que habla de la crítica y de la creación como quien no quiere hablar de estos temas, en pocas palabras. He dejado marcado todo el texto de esta parte en mi ejemplar porque sirve para vivir, sin más.