Esta es la última publicación en la que hablo (de forma específica) sobre las modalidades textuales, y lo que queda es conocer aspectos variados como cuestiones lingüísticas, algo de pragmática, pero no sufras, no va a haber dolor. Como en las tres modalidades anteriores, iré poco a poco y con información esencial, sin enredarme demasiado.
Si recuerdas, te dije que narrar consiste en contar hechos que ocurren, por lo tanto, lo más lógico es que el uso de verbos (que implican acción) sea continuo y necesario. En la narración, es habitual que se cuenten sucesos del pasado, otros del presente y se intuyen o sueñen los del futuro, por lo tanto, las formas verbales serán diversas, pero es muy importante ser coherente en el uso para no volver loco al lector y, sobre todo, para transmitir la secuencia cronológica tal y como la has diseñado.
Una de las formas más socorridas: el pretérito indefinido (relaté) que se usa para acciones pasadas puntuales; también el pretérito imperfecto que se emplea para acciones del pasado que no han acabado o que son usuales (narraba), y el presente de indicativo (relato) para las acciones del presente o del futuro próximo (a veces se usa el presente histórico con el fin de acercar el pasado al momento actual). Pero, como siempre, el texto te pedirá la forma verbal necesaria, solo hay que usar la coherencia para que todo quede cohesionado.
En este tipo de modalidad, los conectores siguen siendo muy muy importantes, sin embargo, no como cabría esperar para hilar la secuencia de acontecimientos (temporal: antes que, entonces, desde…; causal: porque, ya que…), que se puede conseguir con estructuras como «al + infinitivo» («al relatar, atrajo la atención de…»), sino para contribuir a la cohesión y coherencia textual, como lo hace el uso de repeticiones léxicas, la sinonimia, etc., también lo hace la combinación de tiempos verbales con partículas temporales (preposiciones: desde, durante, hasta…; adverbios: luego, temprano, nunca…; y conjunciones: mientras, antes de que…).
Las figuras literarias son un arma de doble filo, la metáfora es la figura por excelencia de la vida real de las personas (quizá esté exagerando, pero es muy relevante en el discurso personal), y en la narración sigue siéndolo. Además, se pueden añadir figuras como la ironía o la paradoja. También entran en escena con fuerza las figuras sintácticas: paralelismo, hipérbole… La cuestión más importante con este tipo de recursos literarios es que va a depender de cada persona, porque cada cual es como es… Como siempre, hay que dar prioridad a ser coherente y conseguir un texto cohesionado (aunque eso implique cerrar la puerta al Góngora que crees llevar dentro).
Margarida Bassols y Anna M. Torrent, en Modelos textuales. Teoría y práctica (Octaedro, 1997, p. 193), nos recuerdan que Cicerón estableció que en una narración debemos encontrar varias características pragmáticas: concisión, claridad y verosimilitud. Jean-Michel Adam añade un cuarto: el interés.
En una publicación anterior (la que titulé «¿Jamás antes se había escrito tanto para comunicarse tan poco?») te hablé de las máximas de Grice (de cantidad, de calidad, de relación y de manera), pues la característica de concisión está en consonancia con la de cantidad: no cuentes más de lo necesario. Pero… la trilogía de El señor de los añillos, no era muy concisa, ¿no? Y ahí está.
Por otro lado, qué sería de una novela de misterio sin sombras, y si no, que se lo pregunten a Agatha Christie (o mejor ya no…). Contra la verosimilitud no tengo nada, porque ya la he defendido en la primera publicación sobre la narración. Tampoco objetaré nada a la que añade Adam, porque si el relato no es capaz de despertar el interés del lector… apaga y vámonos.
Bromas aparte, la concisión, la claridad, la verosimilitud y el interés deben entenderse en el contexto de cada texto, la intención, el receptor… Es decir, todas tiene su lógica y son necesarias.
Por último, y porque lo prometí en la publicación de «Modalidades textuales», voy a dar dos vueltas a los diálogos. El diálogo es la salsa de la vida, así que de la narración, no te cuento.
¿Qué debes evitar al construirlos?
- Intervenciones excesivamente largas para lucimiento de los personajes, porque se rompe la fuerza narrativa. ¿A veces son necesarios?, seguramente. ¿Se puede trabajar la estructura para cortar las intervenciones y recuperarlas sin problemas? Sí.
- Ser coherente entre el personaje que se ha diseñado y su intervención (si has dibujado a un personaje con poca formación escolar, no le obligues a hablar participios perfectos, por ejemplo).
- Haz que el diálogo sea coherente con el momento, no des voz a nadie que no vaya a aportar algo: información, romper tensión…
Tipos de diálogo esenciales:
- Directo. Cada personaje toma la palabra sin que nadie hable por él.
- Indirecto. El narrador ayuda al personaje, usando aquel las palabras que este diría.
- Combinación de los anteriores. Se puede pasar de una forma a otra, siempre con coherencia y lógica contextual.
En palabras de Miriam Álvarez (Tipos de escrito I: narración y descripción, Arco/Libros, 1993, p. 28): «… cabe afirmar que el diálogo explica al lector lo que siente y hace el personaje cuando habla, y alterna dentro del texto narrativo con segmentos descriptivos y narrativos».
En la siguiente entrada voy a hablaros sobre… Un momento… ¿Habrá siguiente entrada?