Helga Flatland (Flatdal, Noruega) acaba de ganar una lectora (en español o en inglés, pero no en noruego). Ha sido un flechazo. Cinco o seis horas en cinco días. Cada día un capítulo. Cada capítulo es un torrente de palabras cargadas de mucho más que una historia. Va a ser complicado que consiga explicarme.
El argumento es sencillo: un matrimonio comunica a sus tres hijos que se van a separar durante el viaje que hacen a Italia para celebrar el setenta cumpleaños de él. Cada capítulo se aborda desde la narrativa de los hijos —Liv (la mayor de los tres), Ellen (la segunda) y Håkon (el tercero)—: Liv, Ellen, Liv, Ellen y Håkon. Cada uno de estos cinco capítulos refleja no solo cómo afecta a la vida de los hijos la separación de sus padres, sino cómo ha construido cada uno su vida, qué comparte con sus padres y sus hermanos, qué se guardan en su intimidad, cómo es su vida familiar o cómo no quieren que esta exista… Es, de nuevo, un torrente de cotidianidad cargada de alegrías, tristezas, vergüenzas, miedos, satisfacciones, etc. No es nada difícil encontrarse en algunos momentos, en algunos personajes…
La separación de los padres cuando la vida de los hijos está construida y más o menos encauzada, porque ya son adultos (Liv tiene un matrimonio feliz y dos hijos, Ellen cree que ha encontrado a la persona con la que compartirá su vida y Håkon sigue fiel a sus ideales y principios), deja en el aire la duda de si han aguantado hasta ese punto por no perjudicar a sus hijos y nietos, o si, tan solo, ese es el momento en el que la relación ya ha dado de sí todo lo posible.
La revisión del pasado y del presente que hacen Liv, Ellen y Håkon resulta muy real y cercana: cuestionarse qué habrá habido de real en su infancia, en su crecimiento hasta llegar a esa cena en Italia, cuando sus padres les cuentan que se separan; cómo deben actuar desde ese momento para no hacer daño a ninguno de sus progenitores o por qué no deben odiarlos sin más; cómo se verá afectada su propia vida; incluso algo tan sencillo como es organizar unas vacaciones de verano se convierte en un primer momento en algo que se debe hacer con sumo cuidado para no dañar a nadie.
Esta es una familia que, salvo momentos puntuales, se llevan bien: hermanos que se hablan, se cuentan sus cosas y se quieren al final de cada discusión. Y, a pesar de ser casi un modelo a seguir en las relaciones familiares, nos vamos encontrando que esa comunicación tan fluida se ve brutalmente alterada con la noticia que deja a los tres fuera de lugar. Las relaciones entre ellos se desordenan, las conexiones que habían sido naturales cambian, dan por sentado que uno necesita tiempo y espacio para digerir la noticia, y el temor a invadir ese momento de reflexión y adaptación desemboca en una inmensa bola de tumbleweed que rueda en solitario por el desierto de las relaciones familiares.
Una lectura muy recomendada, porque tiene una narrativa muy sencilla, sin perifollos innecesarios; porque la historia se va desarrollando sin grandes saltos que despisten; porque te hace darle una vuelta a tu situación familiar; porque es, tan solo, delicado y provocador.
Ojalá pronto las editoriales se animen a traer sus libros anteriores y futuros.