Argumentar es una manera de discernir si una opinión, un punto de vista, un criterio, etc., es válido o no, mejor o peor que otro, razonable o defendible. Además, sirve para que otras personas conozcan tu razonamiento argumentativo y puedan decidir por sí mismo si les convence o no (y no dejarse llevar por ese principio de validación social).
En los dos trabajos que utilicé en la publicación anterior (Tipos de escritos II y Modelos textuales), encontramos una serie de recursos y características que comparten los textos argumentativos, a pesar de que pueden ser tan diferentes como las personas que los escriben. Por ejemplo:
- La disposición del propio texto, su estructura, es relevante, puesto que permite priorizar, organizar la evolución del razonamiento, hacer más comprensible el texto, afianzar la credibilidad que el lector tendrá (o tirarla por tierra), construir un todo y no un conjunto de partes sin conexión. En consecuencia, hay que cuidar la coherencia y la claridad de la estructura interna, y para esto, el mejor aliado es el párrafo, que permite ordenar las ideas para un desarrollo escrito digno de ti. Siempre será más comprensible un texto que a simple vista no sea un ladrillo, sino que ofrezca espacios diferenciados (los párrafos) en los que se encontrarán los diferentes argumentos usados para defender o refutar con las explicaciones correspondientes. Además, saber usar los nexos es un arma de gran valor para permitir identificar la evolución del cuerpo de la argumentación.
- La utilización de ejemplo para poner de manifiesto de una forma clara e ilustrativa es un recurso interesante.
- Un potenciador del efecto de tus palabras sobre el lector es la repetición, tanto de ideas como de las estructuras sintácticas usadas. Sin abusar, que a nadie le gusta que le digan diez veces lo mismo en tres párrafos.
- El tipo de sintaxis en los textos argumentativos es más compleja que en otros tipos: aquello que se dice siempre de frases cortas, sin abuso de subordinadas…, aquí pierde un poco la fuerza. El texto argumentativo se vale de oraciones subordinadas, que son las que te permiten vincular una idea a otra, establecer comparaciones e, incluso, imponer una idea sobre otra. Además, se prescinde casi por completo de las modalidades exclamativa, interrogativa (y no digamos de la dubitativa), predominando la enunciativa, que ofrece mayor objetividad en lo dicho.
He vuelto a hablar de coherencia, claridad, cohesión, es decir, de una estructura interna del texto identificable con un rápido vistazo. ¿Qué herramientas tienes a tu disposición en este tipo de textos?:
- Las marcas de orden: primero, segundo…; en primer lugar, a continuación, por último…
- Uso de citas: así podemos recurrir a las palabras directas de esas personas expertas en la materia. Ojo, si escribes una cita textual, asegúrate de que es precisamente eso; y si no tienes claro que sea literal y no puedes recurrir a la fuente (pero te juegas el cuello a que la idea la tienes y se le atribuye a esa persona que vas a citar), usa el recurso de explicar la idea con tus palabras (sin usar comillas en este caso, claro está).
- Los nexos que he citado antes y que permiten vincular ideas y párrafos. Los más usados en este caso son: conjunciones (ya que, puesto que, así pues…), locuciones causales (a causa de, gracias a, por culpa de, considerando que…), locuciones consecutivas (de modo que, por lo tanto…) y adverbios y locuciones adverbiales (en consecuencia, por consiguiente…).
Por último, y muy importante, es el uso de recursos retóricos:
- Alusiones a hechos pasados, elementos culturales y tradicionales (recuerdas la carga expresiva que se busca con el uso de proverbios y refranes, pues esto va en la misma línea).
- Metáforas: la esencia de la escritura que te va a permitir apoyarte en hechos aceptados como ciertos por su antigüedad, el uso reiterado…
- Repeticiones, que ya he mencionado anteriormente.
- Sinonimia.
- Antítesis.
- Paralelismos.
En la siguiente entrada voy a hablaros más sobre los textos argumentativos. Poneos cómodos…