Han, filósofo surcoreano y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, nos habla en No-cosas de temas que a los que hemos vivido el mundo en 1.0 no nos resultan extrañas, aunque con el caminar puede que nos parezcan un poco exageradas (tal vez porque nos vamos adaptando a los cambios a fuerza de no querer desconectar del todo con el presente más futuro de los últimos tiempos). De entrada, si vas a leer este libro, tened cerca muchos pósits, lápiz y papel (que, dicho sea de paso, para quienes tenemos una edad maravillosa, nos recuerda a un concurso ochentero de televisión), porque hay mucho que señalar para recordar, para volver a ello más tarde…
Aunque pueda no parecerlo en algunos momentos, este es un libro de filosofía. De filosofía contemporánea que se apoya en la de antes, sobre todo en el pensamiento de Heidegger. Y también es un libro de literatura, mejor dicho, un libro que se apoya en la literatura para desarrollar ejemplos o como punto de partida (y de llegada) para exponer sus tesis. Si bien podría decirse que hay una única tesis.
El presente en el que vivimos, nos viene a decir, ha dejado de ser un presente real para convertirse en un presente de lo efímero, de la acumulación de información (sin profundizar, sin afianzar, sin ahondar, sin fortalecer…). Infómanos dice que somos: «Ya nos hemos vuelto todos infómanos. El fetichismo de las cosas se ha acabado. Nos volvemos fetichistas de la información y los datos» (p. 14). Las cosas están supeditadas a la información, porque ya no es importante tocar o sentir; cada vez se prioriza con más intensidad la volatilidad de los titulares (haya lo que haya detrás de ellos). Titulares que nos ahorran eso de pensar… Ya nos lo dan mascado y orientado. Ya no es importante tener ser capaz de reflexionar, de crear un criterio propio (¿Para qué queremos un criterio si la realidad de la infomanía es la inmediatez predirigida?
«Todo lo que estabiliza la vida humana requiere tiempo. La fidelidad, el compromiso y las obligaciones son prácticas asimismo que requieren mucho tiempo. […] Para estabilizar la vida, es necesaria otra política del tiempo. […] Entre las prácticas que requieren tiempo se encuentra la observación atenta y detenida. La percepción anexa a la información excluye la observación larga y lenta» (pp. 19-20): el ser humano, piensa Han, se queda en la superficie; no se profundiza en el saber, basta con tomar unas notas. (Como si alguien usara esta ¿reseña? para justificar que ha leído el libro del que hablo, pero, si no lo lee, no sabrá si me invento lo que escribo o lo he leído en el libro). Y desde esa reorganización del tiempo a la que se refiere, recuerda que, por ahora, el ser humano sigue siendo necesario para que las cosas funcionen, al querer que el ser humano sea innecesario, el mundo paralelo, virtual, ya nos lo da todo en modo operativo, ya no hay que pensar en la virtualización de la vida, nos lo dan pensado.
El autor insiste en la importancia de tocar y sentir, la importancia de la mano (no del dedo con el que pasamos fotos, vídeos, perfiles…). «Heidegger —recuerda Han— describe el pensamiento como un oficio manual. […] La mano —concluye el filósofo surcoreano— hace del pensamiento un proceso de todo punto análogo. Heidegger diría: la inteligencia artificial no piensa, porque no tiene manos» (p. 86).
No es cuestión de vivir al margen de la realidad que estamos viviendo, más bien es cuestión de recuperar la capacidad de pensar y decidir por uno mismo; de no pasar de puntillas por la información y pararse a profundizar, aunque lleve tiempo (es nuestro tiempo, organicémoslo como queramos, al menos un poco), porque el tiempo es nuestra vida.
Ahora solo me queda buscar un hueco para leer La sociedad del cansancio, de este mismo autor, que me espera desde hace unos meses. Pero… [suspiro profundo] no puedo tener todos los libros en primera fila en las estanterías, y este ha debido de ir echándose hacia atrás para dejar hueco a más libros… [suspiro de desesperación].