Me he reído y a veces me he venido abajo. He aprendido. «[…] Las palabras pueden tener más de una significación y por eso podemos jugar con ellas. Esa aparente confusión resulta muy útil para dar al discurso gracia, ironía, sarcasmo, queja u otros muchos estados de ánimo» (p. 33), así que, allá donde esté, señor De Miguel, prueba superada.
Además de una introducción, cinco capítulos (divididos sistemáticamente en cuatro partes cada uno) son suficientes para hacer un repaso al lenguaje que los españoles hacemos del español en estos tiempos. Nos descubre dos fenómenos del lenguaje en auge: el politiqués y el tertulianés, y no contento con esta aportación, detalla las características que acompañan a ambos en cuanto al uso del lenguaje se refiere.
«Solo con un criterio purista o descriptivo podríamos concluir que el lenguaje de los españoles actuales se está degradando de manera definitiva. Cierto es que hay indicios de empobrecimiento del discurso, como estamos viendo. Pero el extravío del idioma común en España no es más que un síntoma del empobrecimiento de otras muchas instituciones» dice en la p. 39 como explicación a la decadencia en el uso del lenguaje que estamos viendo pasar con la excusa de acercar, democratizar, universalizar, etc., el español.
En las páginas 58 y 59 me ha ganado el corazón. Trata sobre las faltas de ortografía, y dice: «Ahora se supone que es el mismo autor quien escribe y corrige sus textos. En todo caso se sirve de un más que dudoso programa corrector introducido en el aparataje informático. El resultado es la casa sin barrer. Valgan estas líneas para reivindicar el noble oficio del corrector de pruebas». Si bien, ni todos los autores son iguales, ni todas las editoriales tampoco (y, sin dudas, tampoco los correctores lo somos).
En la página 142 deja unos ejemplos de redundancias al añadir adjetivos a sustantivos que, sin ayuda de esos adjetivos, ya significa lo que el adjetivo quiere delimitar. Y en la 196, varios ejemplos de sesquipedalismos (alguno de los cuales me estoy encontrando en los últimos textos en revisión hasta la saciedad). No traigo ninguno de estos ejemplos aquí, porque los terminaré utilizando en mis pizarritas de Instagram.
La lectura de este libro debería ser recomendable para todas las personas y recomendada a todas también. Nos deja pistas (tamaño elefante) de cuánto estamos empobreciendo nuestro idioma y recetas para enriquecerlo. Algo muy importante: leer, leer a personas que saben escribir y hacer un uso digno del español.