Corren malos tiempos para la armonía y la convivencia tranquila (por si no os habíais dado cuenta) y eso se traduce en prácticamente en todo lo que hacemos a diario. Incluso en nuestra forma de escribir. A Marshall Rosenberg, psicólogo estadounidense, se le atribuye la creación de la «comunicación no violenta» como método de comunicación pacífica para resolver conflictos. No, hoy no voy a sacar a la psicóloga que llevo dentro (todos llevamos a un psicólogo, entrenador de fútbol, coach, jugador de baloncesto… en nuestro interior). Pero sí quiero avanzar en este camino de la comunicación calmada y sin presiones, sin juicios ni prejuicios, órdenes, etc., tan solo porque creo que es una forma más poderosa.
Es cierto que existen palabras que, por sí solas, son ofensivas o violentas, por mucho que las queramos dulcificar con frases que atenúen la intensidad, con diminutivos o recurriendo a voces poco conocidas. Si te digo «zurumbático», puede que no sepas lo que te estoy diciendo, pero me mires mal y me maldigas por si acaso; no te faltaría razón, porque te estaría diciendo que estás alelado. Si te digo «pero qué cortito eres» con tono infantiloide o sensiblero, dará igual, te estoy insultando. «Abrazafarolas», «alcornoque», «carajote»…, por muy divertidas que suenen, son palabras que no dices para alabar a otra persona.
Estas palabras las conoces, y sabes que no debes usarlas en determinados contextos para que no te tachen de maleducado, bruto, irrespetuoso… Sin embargo, como eres muy muy listo, sabes que puedes utilizar el lenguaje a tu favor y crear un contexto en el que estés humillando, manipulando o haciendo que se sienta inferior a otra persona (el lector, ese que está dedicando su tiempo a leer tu trabajo). Hay que ponerse manos a la obra para vencer a esos pequeños diablillos literarios que a veces quieren imponer su mala intención, ¿no crees?
Rosenberg realizó un trabajo bastante interesante que nos permite hacer una adaptación a esto de escribir de buen rollo. Solo voy a hablar sobre las circunstancias que bloquean la comunicación tranquila y en los cuatro componentes que identificó como esenciales para convertir el ataque en vía de comunicación social empática. Sí, ya sé que él era psicólogo y su trabajo estaba enfocado en resolver conflictos. Cierto. Una comunicación calmada te ayudará a no generar conflictos innecesarios ni a atacar a tus lectores sin venir a cuento porque hayas dormido mal.
[Si te interesa ir más allá en la comunicación no violenta, además de buscar en internet, puedes darle una vuelta a Debajo de las palabras, de María González Romero (Plataforma Editorial, 2023): en el que la autora ha escrito un libro en el que cuenta su experiencia en este proceso de transformación y propone actividades que a ella le fueron de utilidad; y también a Fundamentos y prácticas de comunicación no violenta, de Pilar de la Torre (Arpa Editores, 2018), que es más parecido a un manual de uso con situaciones prácticas para poder practicar. Nunca está de más aprender a bajar el nervio].
Retomo el hilo. Rosenberg identificó varios estilos de comunicación que generan sí o sí mal ambiente:
- Los juicios moralistas, porque implica decirle a tu lector que si no hace, dice, piensa como tú, está equivocado. Además, este tipo de expresiones, que pueden (y suelen) utilizarse con la forma impersonal, lleva al lector a pensar de forma inconsciente que tú haces lo que dices, pero no eso no tiene por qué ser cierto.
- Las demandas o ruegos cuasi impositivos suelen entenderse como una amenaza. En las entradas sobre la comunicación persuasiva ya te hartaste de leer sobre esta forma de comunicar, así que no voy a meter el dedo en la llaga.
- Eludir la responsabilidad utilizando formas impersonales, culpando a conceptos como la sociedad, la manera de ser, el papel que se tiene que desempeñar en la vida, la autoridad que tienes que ejercer, etc., es otro modo de culpabilizar a los lectores de algo que, seguramente, ni les toca de lejos.
- Comparar entre personas implica una predisposición a favor (y, por ende, en contra) de una de las comparadas. Eso sí, puedes exponer las características de varias personas, hacer comparativas, pero no cargar negatividad hacia unas.
Y como era de esperar, Rosenberg propuso una serie de caminos para darle la vuelta a la maldad de esas formas de ser/escribir. Vas a ver que son muy muy sencillas y evidentes. Lo complicado puede ser aplicarlas: pararte, pensar, volver a pensar, reescribir y avanzar en la misma línea de comunicación agradable que has elegido. Cuatro pasos:
- Observar. La finalidad es hablar del tema en cuestión sin emitir juicios, impresiones, como si lo observaras desde la distancia, sin que te afectara.
- Sentir. De qué manera te afecta a ti o significa para ti ese hecho, argumento, historia…
- Necesidades. Primero, has observado desde la distancia sin emitir juicios. Después has buscado lo que significa para ti. Ahora tienes el poder de envolver el hecho con el significado que mejor responde a tus necesidades a la hora de abordarlo.
- Hacer/Escribir. Esto es relativamente fácil. Es el momento de escribir pensando en conseguir satisfacer la necesidad que te lleva a escribir ese texto y a la vez hacerlo sin generar una dependencia del lector (sin decirte que si no te leen mil personas, habrás fracasado), sin condicionarlo de ninguna forma (persuasión en positivo, sin temores de por medio).
No se me escapa que puede estar pareciendo un poco sentimentaloide, y que puede que estés diciendo «a ver cómo aplico esto al informe de la investigación sobre neurociencia clínica que estoy realizando». En realidad, solo se trata de pararse a pensar la forma de no avasallar con las palabras a nadie que las lea (u oiga), sino de comunicar desde la serenidad, sin crear alarmas, enemistades, sin menoscabar a nadie, sin tirar por tierra sin tener fuentes que avalen tu investigación (y rebatir desde el respeto). Escribir desde la serenidad, con la frescura que te dará no sentirte preso de contiendas que no son reales o, seguramente, que no son tan importantes.
En la siguiente entrada voy a hablaros sobre el complicado arte de expresarse de forma legible. Poneos cómodos…