Me lo he pasado muy muy bien leyendo este libro. Tenía un culpable desde el principio, uno de los dos que, supongo, eran más obvios. Por descontado, me equivoqué. En la página 295, ya sí, vi quién se llevaba el dudoso mérito de ser culpable de asesinato, aunque tuve que seguir leyendo para ver cómo Pérez-Reverte desenredaba la madeja que había ido tejiendo página tras página para intentar volver loco al lector.
En la cubierta del libro queda claro que Conan Doyle tiene un peso importante en la narración; sin embargo, cuando Basil va exponiendo cómo llegó a descubrir quién era culpable de uno, dos, tres (¿más?) crímenes, las explicaciones parecían salir de la boca de Hercule Poirot. Quizá porque soy más fan de Christie que de Doyle (reconozco que a este no le he dado demasiadas oportunidades). Y si te paras a analizar las circunstancias por las que los personajes se encuentran en el hotel, puedes encontrar semejanzas con otras novelas (en mi caso con algunas de Christie), pero como dice (más o menos) en algún momento el autor, parece que ya todo el misterio se ha escrito antes y no hay nada que inventar.
Tengo la tentación de deciros qué dos personajes se disputaban el honor de ser culpables. Cuál de los demás ocupó el tercer lugar. Por qué a veces me pareció responsable de los asesinatos quien, al final, lo es. Por qué la segunda víctima me pareció culpable de la primera muerte. (¿Lo fue? Puede, hay que leer el libro…). Evidentemente, si doy nombres, fastidio la lectura a las personas que me lean a mí y vayan a leer el libro.
Ha sido un placer de lectura. Ojalá pudiera haberme sentado y haberlo leído de principio a fin en un par de atracones. Es, efectivamente, un libro que te mete en la historia y hace que te involucres intentando descubrir qué motivos podría tener cada personaje para ir quitando gente de en medio; si habrá más muertes; si hay uno o más culpables; si Basil llegará a descubrir lo que ocurrió; si Pérez-Reverte pensaba en alguien concreto al crear a Foxa…
Por otro lado, este libro me ha costado una inversión bastante considerable. No porque haya comprado una edición bañada en oro, sino porque las páginas están salpicadas (con demasiada frecuencia para los lectores compulsivos) de referencias a autores y novelas de detectives, misterio, suspense… ¿Es necesario que dé más detalles? Lo que no tengo claro es a quién debo pedir compensación.
Si con la serie de Falcó volví a caer en las redes de Pérez-Reverte, con El problema final me ha hecho volver a recuperar la fe en él (igual que me ocurrió cuando empezó la saga de Alatriste), en el escritor que puede regalar una historia envolvente y atrapar al lector en una narrativa en blanco y negro, con el humo de un cigarro confundiendo la vista y el sabor de un añorado trago de vodka adormeciendo el paladar.