Ese enemigo al que no puedes renunciar: el papel en blanco (bien sea un papel físico, o una página en blanco en el procesador de textos que utilices, o cualquier otra versión de la tradicional página en blanco), ese amado enemigo es el protagonista hoy.
Cuando publiqué la primera entrada de Ecos del tintero («Para empezar a escribir…») te hablé un poco del proceso para comenzar a redactar; bien, tan importante como organizar el proceso de la escritura en sí, es organizar el contenido sobre el que quieres escribir. Tanto si se trata de una novela, relato, obra de teatro… como de un trabajo académico, artículo científico…, es importante plantear un esquema, una estructura (el punto 2 de la primera entrada a la que me he referido antes) del contenido de tu escrito.
Cuestiones como: incluir en tu rutina de trabajo o de estudio un tiempo específico para escribir, incluso dividir las horas del día y crear un hueco para esta tarea (y respetar esa distribución), crear un ambiente físico que te ayude a centrarte en esa tarea o buscar un espacio ajeno a tu rutina para escribir ese proyecto concreto (tendrás que encontrar la opción más adecuada para ti), o, si tu objetivo es convertirte en escritor profesional, practicar escribiendo textos que te permitan descubrirte y mejorar son tareas esenciales que no debes olvidar.
Existe una técnica de estudio que puede resultar bastante útil para organizar tu proceso de escritura: los famosos mapas conceptuales. No son ni la única opción (y puede que) ni la mejor para ti, o puede que no te resulte interesante, pero pueden darte una pequeña pista para encontrar esa técnica de organización que más se adapta a tu forma de trabajar (o crear la tuya propia). Una de las ventajas de los mapas conceptuales es que se trata de una imagen gráfica de lo que sea que quieras representar. Lo que creo que es más interesante de esta técnica es la posibilidad de unir cuadros/ideas con conectores/líneas y, de esta forma, ver las vinculaciones, añadir, eliminar, relacionar varias ideas secundarias con una o más principales, crear vínculos entre personajes (añadiendo características de su personalidad, de su experiencia vital…). Es decir, la imagen gráfica que te sitúa, más o menos, de forma rápida y sencilla ante el esquema de tu proyecto (y digo más o menos porque ese mapa puede ser tan sencillo o complicado como tú quieras, en función de la cantidad de información que necesites incluir en esta representación de ríos, afluentes, balsas para navegar…).
Si a esta técnica le añadimos otro tipo de mapa, el mental, el resultado puede ser realmente el que buscas y necesitas. El mapa mental sigue siendo una representación gráfica que parte de una idea central (tu idea de proyecto) y que te permite ir añadiendo ideas, mejores o peores, que te servirán para crear. De alguna forma, podría decirse que el mapa mental te va a permitir trabajar una lluvia de ideas e ir añadiéndolas a esa representación, vinculando dependencias, es decir, organizando mínimamente de dónde surge cada idea.
Ya sabes que lo importante de la lluvia de ideas es, en un primer momento, aceptarlas todas como plausibles, desarrollables o interesantes por muy descabelladas que te parezcan en una segunda o tercera lectura. No renuncies a una tontería hasta que tengas seguridad de que no suma nada a tu proyecto, aunque solo sea porque es tu tontería y, aunque solo sea por eso, se merece una oportunidad. Además, en un trabajo académico, ese aparente sinsentido puede llevarte a abrir vías de investigación que no habías previsto, o te pueden dar la clave de una conclusión; y si pensamos en un trabajo de ficción, puede dar lugar a una subtrama que complemente la principal en un momento que quedaba algo débil el argumento… Una idea no es tonta si no le das varias vueltas para confirmar que es una tontería esférica.
Una vez que has creado ambos mapas por separado, tu objetivo será integrarlos. Ese trabajo de lectura y vuelta a organizar te va a ir acercando más al tema central de tu proyecto, a tu objetivo; te va a permitir volver a pensar en anotaciones, valorar el recorrido que tienen en tu investigación o la utilidad real de que un lector conozca la marca de coche que tiene uno de los personajes. En definitiva, es una forma de adentrarte e ir profundizando en tu trabajo con una doble ventaja en diferentes aspectos, por ejemplo:
- Un mapa conceptual te exige un proceso sistemático de organización y uno mental te da la libertad de crear e imaginar casi sin orden.
- Mientras que el mapa mental te aporta información en torno a la idea central en la que estás trabajando, el conceptual te va a permitir comenzar a crear jerarquías y relaciones no tan directas como podías haber planificado.
- En el mapa conceptual vas a representar ideas de forma esquemática y en el mapa mental vas a anotar y a descubrir argumentos para el desarrollo de ideas de segundo o tercer nivel, o para incluir un personaje con un perfil determinado porque va a servir para que el protagonista demuestre que es capaz de…
Además, te servirán para ir familiarizándote con el lenguaje y el tono que tu proyecto demanda, te permiten pensar fuera de los límites de ese papel en blanco con el que habías comenzado, te aportarán claridad en tu rutina de pensamiento (sobre este proyecto, no vayas haciendo mapas para comprar el pan antes o después de desayunar…). Una vez que discrimines si esta unión de mapas te aporta realmente utilidad en tu trabajo, podrás crear una rutina que te simplificará ese primer momento ante la página en blanco.
Por supuesto, la forma de hacer estos mapas puede ser tan sencilla o compleja como tú quieras: desde una simple hoja de papel y un lápiz hasta una aplicación en la tableta; desde una A3 física hasta una hoja de cálculo con la que te gusta tanto trabajar; desde un esquema predefinido en un procesador de textos hasta un diseño a mano alzada con colores o plumilla… Da igual cómo de elegante quieras que resulte tu mapa final, lo importante es el proceso hasta llegar a esa representación final, o todas las tachaduras que has hecho por el camino, o la cantidad de fuentes que has tenido que recabar para completar un punto concreto, o todo lo que has incluido que no pensabas que tenía hueco y todo lo que pensabas que era fundamental, pero que, a la hora de la verdad y después de darle mil vueltas, has comprendido que no era esencial.
En la siguiente entrada voy a hablaros sobre varias preguntas que debes responderte sobre tu proyecto. Poneos cómodos…