¿Qué es la introducción? Todos sabemos la respuesta, pero ¿qué es una buena introducción?
La introducción es (¡sorpresa!) lo que introduce, en este caso, tu libro, artículo, o el tipo de escrito que tengas entre manos, sea del género que sea. ¿Todos los libros necesitan una introducción?, porque… una novela no tiene introducción. ¿O sí? En ese primer capítulo que estás utilizando para captar la atención del lector (si no has decidido hacerlo en un pequeño texto inicial —introductorio, podríamos decir— brutalmente atractivo), presentar al personaje principal (o en plural si hay más de uno de esta categoría), situar geográfica y temporalmente al lector… ¿qué estás haciendo sino introducir el relato?
Ya tenemos algo claro: la introducción puede tener un aspecto formal y tradicional y también puede aparecer disfrazada. Voy a centrarme en las más formales, las que suelen aparecer como tales en manuales formativos, libros profesionales, divulgativos, etc. También los artículos científicos tienen su introducción: para mí es más complicada de redactar porque, en un espacio muy limitado, hay que ser capaz de explicar mucho y, además, hacerlo bien.
Ya dije que esta parte de tu libro es muy importante porque va a mostrar un resumen de lo que vas a desarrollar en las páginas que siguen. Una persona, en una librería, interesada en tu libro (por la portada, por el título o por la sinopsis: por la información externa), si el libro no está precintado, puede abrirlo (con extremo cuidado) y echar un ojo al índice y hacer una lectura rápida de la introducción. Tú lo has hecho a veces, confiesa. Yo lo he hecho, cada dos por tres.
Además de incluir ese breve resumen inicial, debes hacerlo
- de forma clara,
- explicativa,
- atractiva,
- sin mentir (por favor, no mientas, la mentira es muy fea).
El lenguaje que utilices en la introducción sirve de muestra del que vas a utilizar en el desarrollo de la obra: técnico, formal, cercano, recargado, sencillo, etc., es decir, es tu carta de presentación. Es cierto que también lo es la sinopsis, la bío, la portada… Todo es relevante: has decidido mostrar a otras personas lo que sabes sobre una materia determinada, así que: todo, absolutamente todo, es tu carta de presentación.
En esencia, la introducción debe dejar claro: qué va a encontrar el lector, por qué has escrito la obra, para qué la has escrito, e incluso, cómo la has escrito (¿recuerdas que hablábamos de la estructura del texto y la metodología?, pues en la introducción puedes, y debes, explicar mínimamente lo más relevante de estas cuestiones). Este es el motivo fundamental por el que debes escribir la introducción al final, cuando ya esté el libro redactado en su totalidad, porque, a priori, no vas a saber si tendrás que alterar la estructura diseñada en los primeros pasos que diste, o si terminarás eliminando parte del contenido y ampliando otra.
Parece lógico, verdad, pues te aseguro que tendrás la tentación de empezar por escribir la introducción antes de poner el título al primer capítulo. No te creas que esto es un error grave. A veces, ese primer borrador de la introducción te va a servir para ordenar ideas, reestructurar el esquema inicial, buscar información sobre un tema que crees que puede aportar valor a tu trabajo… En cualquier caso, aunque creas que la introducción que has escrito antes del contenido del libro es la mejor introducción del mundo, revísala cuando hayas terminado con el contenido y haz los ajustes que sean necesarios.
¿Cómo organizar la redacción? Esta es una cuestión tanto personal como marcada por las propias exigencias del libro: puedes hacer un recorrido rápido por los diferentes capítulos, explicando lo que se va a encontrar el lector; también es posible que varios capítulos traten una misma temática y prefieras detallar cada temática en qué capítulos la van a encontrar; podrías no querer referirte a los capítulos y solo hablar de los temas tratados (aquí ten cuidado porque debe quedar claro dónde van a encontrar cada cuestión, es decir, no cites las áreas tratadas en diferente orden al que lo van a encontrar en el desarrollo del libro). Como ves no hay una única forma de redactar la introducción. Creo que lo más importante es que tú te sientas cómodo al redactar y que desde fuera (esto te lo pueden indicar los lectores cero o beta) se entienda y no se pierdan en la organización del libro.
En esta fase del trabajo, creo que es esencial pensar no solo como autor, sino como lector. Aunque esto pueda parecerte generoso, en realidad, es egoísta: el lector que se para a echar un vistazo a la introducción de tu libro (en una librería o con las páginas de muestra en Internet) está a punto de quedar atrapado en tu magistral estilo narrativo: envolvente, seductor, natural, sencillo… Ya tiene el libro en sus manos y no va a poder soltarlo, va a acercarse hasta el mostrador de pago y el personal de la librería le va a decir que es un buen libro (porque ellos también han leído la introducción, son profesionales y lo han leído). Este desdoblamiento de la personalidad: autor/lector, es fácil y complicado: piensa en lo que tú quieres encontrar en la introducción de un libro que trate temas similares a los que tú has trabajado: resumen claro y breve, qué contenido se incluye, si hay ejemplos, si solo hay teoría…, y no pienses que eso lo haces con los ojos cerrados: ábrelos y presta atención a lo que haces.
Además, ponerse por unos instantes en modo lector es muy útil a la hora de definir el tono de la narración, y esta característica del libro es muy muy importante.
Aunque insisto en que la exposición debe ser breve y sin caer en el detalle, en algunos momentos tendrás que concretar y presentar (esbozar) aspectos muy particulares del contenido. Hazlo desde lo más genérico hasta lo más concreto, es una de las formas más atractivas y convincentes, porque permite construir el pensamiento con coherencia respecto a la razón por la que se habla de esa cuestión en el libro. Y en el desarrollo del texto, en términos generales, también conviene hacerlo así para centrar mejor al lector (siempre con salvedades exigidas por el desarrollo de la narración).
Nadie te impide crear expectación en la introducción con un «… descubrirás cómo…», «… te enseñaré cómo…», o expresiones similares con las que te sientas cómodo y, de nuevo, sean ciertas (no digas que vas a explicar cómo vender lo que sea en cinco minutos, y en el contenido solo hables de que el proceso de venta requiere días, semanas y meses…). También son interesantes las preguntas retóricas, porque dan información de lo que van a encontrar y también pueden hacer ver a ese posible lector que vas a contarles algo en lo que no habían pensado hasta ese momento y les ha resultado interesante descubrir la respuesta en las páginas de tu escrito. Y deja siempre alguna pincelada de lo más interesante, a tu juicio, del libro.
Por lo tanto:
- ¿Qué? Temática del libro, particularidades y singularidades de lo que se cuenta.
- ¿Por qué? El interés propio y para los lectores del libro. Explica la necesidad de que ese libro exista.
- ¿Para qué? Finalidad u objetivos del trabajo: divulgar, profesionalizar, entretener…
- ¿Cómo? Metodología y estructura. Explicación breve, coherente y organizada.
En la siguiente entrada voy a hablaros sobre las conclusiones. Poneos cómodos…