El verano sin hombres (The Summer Without Men, 2011) es una novela que no es una novela. Y aquí podría terminar esta reseña (que nunca será una reseña al uso) y sentirme orgullosa. No obstante, voy a ir un poco más allá.
Esta obra nos sitúa en la vida de una mujer de mediana edad que encaja no muy bien la noticia de que su marido, después de treinta años de matrimonio, necesita tomarse una pausa en su relación (la pausa tiene nombre, piernas, rostro, sexo… Una pausa bastante real). La realidad a la que se enfrenta se traduce en un recorrido por las edades de la mujer. Después de asumir, que no superar, la situación que debe empezar a vivir, hace mudanza en su vida para reencontrarse y seguir avanzando de la mejor manera posible. Esos cambios le sirven a Hustvedt para presentar con un estilo de novela, ensayo, pensamiento, sufrimiento, comicidad, teatralidad…, lo que para ella significa ser mujer en las diferentes etapas de la vida, desde la infancia hasta una edad más avanzada y, cómo no, la muerte, y en los diferentes planos de la vida: personal, profesional, familiar.
Por eso, esta novela no es una novela.
La autora, ayudada por Mia, la protagonista de esta historia, muestra a una mujer que se va adaptando a cada momento de muy diferentes formas: dolor, humor, ternura…; en su rol de hija, madre, profesora, amiga…; con la experiencia del momento, por medio de recuerdos, suposiciones… En 218 páginas (al menos estas son las que hay en la edición de Anagrama que he leído) nos ofrece una amplia variedad de pensamientos, sentimientos, realidades, deseos, esperanzas y mucho más: su visión.
El verano sin hombres es un trabajo serio de análisis y estudio (personal, técnico, de carrera) que, supongo, ha requerido que la autora hiciera viajes dolorosos, unos, divertidos, otros, apasionantes, decepcionantes… por la idea de mujer.
Mia no se enfrenta sola a esta inabarcable (en apariencia) tarea, el resto de personajes toman la palabra para hacernos comprender el momento vital en el que se encuentran y cómo lo entienden, afrontan y procesan. Da igual si el lector lo haría de otra forma. Da igual porque esta es su visión, y es un punto de partida para poder (si se quiere) hacer un repaso a la experiencia personal, a los sueños propios, los deseos, los pensamientos, las realidades…
Es una «novela» llena de puntos suspensivos, en sentido figurado, porque cada planteamiento, pensamiento o perspectiva abre la posibilidad al lector de desarrollarlo y desarrollarse en y a través de ellos.
En definitiva: es una novela que no es una novela.