When I was young my teachers were the old.
I gave up fire for form till I was cold.
I suffered like a metal being cast.
I went to school to age to learn the past.
Now when I am old my teachers are the young.What can’t be molded must be cracked and sprung.
I strain at lessons fit to start a suture.
I got to school to youth to learn the future.
(Robert Frost, «What Fifty Said»)
Cuando era joven los viejos eran mis profesores.
Al fuego renuncié a cambio de la forma hasta enfriarme.
Sufrí como un metal al ser forjado.
Fui al colegio a envejecer para aprender del pasado.
Ahora que soy viejo los jóvenes son mis profesores.
Lo que no se puede moldear hay que quebrarlo, que soltarlo.
Me cansan las lecciones hechas para empezar una sutura.
Voy al colegio a rejuvenecer para aprender del futuro.
(Traducción de Andrés Catalán, «Lo que los cincuenta tenían que decir»)
Llamadme loca, pero este poema me ha tocado un poco la fibra. He buscado y encontrado interpretaciones de las palabras de Frost. Una de ellas se centra en la importancia de los profesores en el proceso formativo de las personas, al margen de la edad del enseñante. La otra interpretación, mayoritaria, es sobre los cambios que el ser humano experimenta con el paso de los años y la pérdida de interés y energía que nos invade con los años, el conformismo…
Vale. Sí y no. No voy a entrar a valorar estas u otras interpretaciones posibles. Quizá mi interpretación sea más simplista, pero es mía (ya le estoy cogiendo cariño).
Frost trabajaba sus palabras sobre la base de la naturaleza como motor de cualquier vida en este planeta, y lo aderezaba con toques de cotidianeidad, de deber y del sentido de la razón en la vida de cualquier persona. Habló sobre la importancia de la comunicación y de la individualidad.
Lo que yo veo en «What Fifty Said» es un camino vital en el que los maestros —en la escuela, en la vida, en la naturaleza, en el camino de cada cual— por necesidad son, en nuestra infancia y juventud, mayores que nosotros. La experiencia de los mayores es el camino, veo en sus palabras. Aprende a entender lo que los que ya pasaron por ese mismo camino quieren compartir contigo, agarra con fuerza lo que más te llene de energía, de fuerza, de motivación, de empuje… porque el camino puede ser largo. Aprende a hacer tuyo lo aprendido, sigue aprendiendo, porque cada día habrá algo nuevo, algo desconocido.
Madurar y envejecer es un proceso de aprendizaje, de experiencias. Quienes ya las vivieron te podrán ayudar con su visión, toma buena nota, interioriza, recuerda, desarrolla desde esa base, recorre tu camino, crea tus experiencias… No dejes de aprender, porque llegará un momento en el que alguien te preguntará, te observará, te fijará como un modelo a seguir en algún aspecto.
Madurar y envejecer es un camino de adaptación, de crecimiento, de recargar energía, de gastarla toda y un poco más, de compartir y de encerrarse en uno mismo, de aceptar y de defender, de susurrar y de gritar, de cultivar y de recoger, de equilibrar cada paso para avanzar con otro, y otro más, y otro más.
Madurar y envejecer es el camino para aceptar que llegas al final del recorrido personal, poder girar la cabeza y querer aprender un poquito más para disfrutar ese último paso que siempre estará por dar.
Eso es «What Fifty Said» para mí.