Francesco Petrarca (1303-1374) fue filósofo y filólogo, poeta influyente en autores como Shakespeare y precursor del humanismo, nos dejó en su De remediis utriusque fortunae, un escrito en prosa en el que la «Alegría», la «Razón», el «Gozo», la «Esperanza»… dialogan con la intención de educar, prevenir y preparar para los envites de la fortuna, los buenos y los malos. De hecho, la edición de Acantilado (enero de 2023) está dividida en dos libros: «Remedios contra la buena suerte» y «Remedios contra la mala suerte» (llama mi atención el uso de «contra» en el caso que se debería entender como positivo).
Nos habla con descarada franqueza sobre la salud, la memoria, la belleza, la amistad, la felicidad…, y también de la muerte, la envidia, la guerra… Sin paños calientes, no se trata de evitar, sino de presentar ante la «Razón» las diferentes paradas de la vida y explicarnos por qué el tiempo, ese amigo o enemigo que cura la juventud, pero no puede curar la estupidez («… la sabiduría no se alcanza con el estudio de unos pocos años como otras disciplinas: es necesario el esfuerzo de toda una vida, por larga que sea», y es que el esfuerzo ha dejado de ser importante, o al menos eso pretenden).
No es un libro adecuado para mentes débiles y esperanzas infundadas, es un libro para quien quiera conocer que «Has llegado al final. Ya no temerás la muerte ni la desearás; tampoco te quejarás, ni estarás sujeto a los defectos del cuerpo ni del alma, ni te molestarán el hastío de las cosas, ni las enfermedades, ni la vejez, ni los engaños de los hombres, ni las mudanzas de la fortuna. Si todo esto son males, sin duda será un bien salir de ellos…».
No lo veo como un libro para ser contado o comentado, sino un libro para ser leído y asumido. No es un libro para optimistas infundados, sino para amantes de la «Razón», ese personaje que lidera cada uno de los diálogos de estas pocas ciento ochenta páginas. Y a la vez es un libro para optimistas infundados porque todos tenemos el derecho y la obligación de saber.