Fernando Corripio (1928-1993), oficial de marina mercante, fue un lexicógrafo y traductor español que con su Diccionario de ideas afines despertó amores y odios, más o menos, en igual medida. Los primeros, porque es de gran utilidad contar con una herramienta de este estilo que, a la hora de ponerte a escribir una novela, un trabajo académico, una traducción, o del tipo que sea, te ayude a contar con esas ideas afines que sí pueden encajar por contexto, sin limitarte a los sinónimos (hay quien dice que seguramente este diccionario no fue mucho más que una copia adaptada de su Gran diccionario de sinónimos: voces afines e incorrecciones, esta obra no la tengo, así que no he podido comparar). Los segundos, porque algunas de las sugerencias que encontramos, hoy en día, serían del todo inapropiadas (la edición que tengo es una reimpresión de 2020 en la que no se encuentran afinidades de dudosa idoneidad).
La obra se compone de más de cuatrocientas mil palabras, ordenadas alfabéticamente (a Dios gracias) de las que podemos encontrar esas ideas afines sin más, o, en ocasiones, ideas de construcciones que incluyen la palabra de turno. Por ejemplo, la palabra «regalo» tiene sus propias afinidades, y también se agregan las opciones de «regalar», «que regala» y «regalado»; o en la palabra «cáncer», vemos que incluye: las clases de cáncer, los órganos más afectados, las causas, y añade la opción de «canceroso» para encontrar sus afines. También, en ocasiones, ofrece palabras con significado contrario al de la entrada de turno.
Resalto eso de «ordenadas alfabéticamente», porque en la contraportada, se puede leer: «… lista hecha por orden alfabético». ¡Por el amor de Dios! ¿Qué mente perturbada / alterada / alborotada / desequilibrada / lunática / demente (y dejo fuera la opción «conmovida», porque en este contexto no tiene cabida) podría hacer un diccionario de este tipo sin seguir un orden alfabético? ¿Dónde vamos a llegar / arribar / caer / parar / aterrizar / atracar (prescindo de otras opciones como surgir / asistir / abordar / tocar que no me sirven en este caso)?
De utilidad para escritores y traductores es la entrada «decir». ¿Por qué? Porque a veces es cansino que un personaje diga y diga y nos terminemos hartando de tanta palabrería dicha. Corripio solo ofrece cuatro afinidades: declarar / explicar / manifestar / hablar. Me parece bien que sea tan escueto/conciso en este caso. Está de moda liarse la manta a la cabeza y usar sinónimos para evitar las repeticiones sin ton ni son. Los sinónimos son necesarios, pero el contexto es básico para elegir uno que tenga sentido; para eso, además, hay que conocer el significado del sinónimo candidato. Luis Magrinyà en Estilo rico, estilo pobre, dedica un capítulo, «Los verbos parlanchines», al fenómeno de sustitución de la palabra «decir», especialmente en traducciones del inglés. Magrinyà dedica veinte páginas a este fenómeno de las sustituciones (no solo de la palabra «decir», «preguntar» es otra de las habituales) para evitar las repeticiones (se supone) que puede terminar siendo un despropósito y carecer por completo de sentido (al menos lógico).
¿Sabías que…
… en Buenos Aires (Argentina), un lunfardo es un ratero; que en España, un manús es un gachó, un tipo; y que en Andalucía (España) el tauteo es el aullido peculiar del zorro?
(Diccionario de regionalismos de la lengua española, de Pablo Grosschmid y Cristina Echegoyen)