Arturo Pérez-Reverte nos cuenta en Los perros duros no bailan la historia de un adulto, Negro, que, durante los años de su juventud, se vio envuelto en peleas ilegales; siendo un luchador de sangre fría consiguió salir airoso de todas ellas, tan solo con las marcas físicas y psicológicas que esta existencia deja en los luchadores, y, a diferencia de lo que era normal en ese mundo, pudo dejar esa vida para retirarse en un lugar más cómodo en el que ir haciéndose mayor.
En su nueva vida, comparte su tiempo con amigos, queda a tomar algo con ellos, se busca sus relaciones íntimas, sin compromisos, hace sus visitas sociales… pero todo ello marcado por las secuelas de aquella vida, que lo han convertido en un ser respetado por los demás por lo que significó en el mundo de las peleas ilegales, pero también algo temido. Se declara torpe intelectualmente y reconoce que necesita más tiempo que otros para pensar y tomar decisiones; y en este sentido contrasta con su amigo Agilulfo, el filósofo del grupo.
Hecho a destacar es su amistad con Teo. Teo lo respeta extraordinariamente y comparten muchos ratos juntos. Sin embargo, al verse atraídos ambos por la misma posible pareja, y esta elegir a uno de los dos, vieron cómo se resintió su relación y se distanciaron. Pero… un día, alguien le comenta a Negro que Teo, su amigo que ya no lo era tanto, había desaparecido junto a Boris el Guapo, y nadie sabía de ellos desde hacía un par de semanas. Negro, incapaz de olvidar la amistad que compartieron, se pone en marcha para dar con él y ayudarlo si estuviera en problemas. Lo que Negro descubrirá sobre el paradero de su antiguo amigo Teo, le llevará a verse envuelto de nuevo en aquel mundo de peleas ilegales que tanto lo marcaron y del que no quería volver a saber nada.
Haciendo gala de una lealtad difícil de encontrar, Negro arriesga su vida por encontrar a Teo y salvarlo de la mala situación en la que se ha visto atrapado. Los recuerdos de su vida pasada, volver a sentir la incesante agresividad en los momentos de combate, utilizar a otros luchadores como sparring, unos como luchadores de un solo combate por su debilidad y otros más combativos para cuatro cinco combates… todos esos recuerdos lo atormentarán durante los días que se ve envuelto en esa vida de nuevo, en la vida de las peleas ilegales.
Y hasta aquí, podríamos pensar que se trata de otra de las duras novelas de Pérez-Reverte, con personajes maltratados por la vida con pocas ganas de luchar pero obligados a ello. Y sí lo es, sin embargo… Negro es un mestizo, cruce de mastín español y fila brasileño, Agilulfo es un podenco, Teo un rodesiano y todos ellos, junto con otros perros, se reúnen a tomar algo en el Abrevadero de Margot, un lugar próximo a una destilería de anís que vierte residuos en el río del que ellos beben su agua anisada, bajo la atenta mirada de Margot la Porteña, una boyera de Flandes.
Una novela en la que la lealtad es el estandarte de los personajes, los cuales dudan poco si ser leales a sus congéneres, pero se debaten entre serlo o no con los humanos, a los que suelen catalogar negativamente, salvo algunas excepciones. Una novela que encierra ternura, entretenimiento y momentos amargos, y en la que Pérez-Reverte nos presenta una aventura de perros vista desde la óptica de los personajes, para los que los convencionalismos sociales no significan nada, personajes que algunas veces se ven obligados a tomar difíciles decisiones por poner su vida a salvo en un mundo tan duro y trágico como es el de las peleas de perros.
Los perros duros no muerden
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara
ISBN: 978-84-204-3269-4
162 págs.
https://www.megustaleer.com/libros/los-perros-duros-no-bailan/MES-094780