Florence Green decide abrir una librería en un pequeño pueblo costero, Hardborough (cuya traducción es algo así como duro vecindario, una gran pista para el desarrollo de esta historia). Para abrir la primera librería de este pueblo decide comprar, no sin las dificultades económicas y legales implícitas, Old House; una vieja casa que lleva varios años vacía, con humedades y desperfectos varios que debe reparar antes de trasladarse a vivir y a abrir la tienda. La historia que Fitzgerald narra en La librería, no se centra en el proceso de apertura, de funcionamiento o de trayectoria, no directamente; su intención es llamar la atención sobre las personas que viven en este pequeño pueblo y las sutiles trabas o los favores con que se obsequian unos a otros. La obra Lolita de Vladimir Nabokov se convierte en la gota que hace estallar una fina batalla invisible que marcará el devenir de Florence Green y su librería.
Florence es una mujer viuda, sin hijos, que se enfrenta a una sociedad rural de la época de la Segunda Guerra Mundial, cuando las tareas de las mujeres se enfocaban principalmente a la casa familiar o trabajos manuales básicos. Por lo que, la elección de una mujer como emprendedora es una táctica para mostrarnos cuál es la realidad de una mujer que quiere acometer un proyecto empresarial en solitario. Además, es peculiar que la ayudante elegida es una niña de diez años, que en parte la ayuda a avanzar, y en parte nos muestra también la situación de familias que se veían obligadas a poner a trabajar a sus hijos para contar con ingresos semanales.
Frente al personaje “heroico” que es Florence Green, la autora nos presenta a otros tipos de protagonistas. Por ejemplo, la pequeña heroína luchadora Christine; la enemiga declarada casi subrepticiamente: la señora Gamart; el viejo vecino ejemplo de las viejas tradiciones, a la vez que solitario o forzado a la soledad: el señor Brundish; el retorcido Milo North, que aparenta ser un hombre independiente pero que en realidad intenta sacar beneficio de cada situación; y en general un grupo de vecinos que se dejan llevar por la opinión de los vecinos más acaudalados, quizá por temor a contradecirlos o quizá por temor a los cambios.
¿Heroísmo o falta de realismo? Cada lector lo verá de una forma. Pero es cierto que en la lectura queda un mensaje o una enseñanza, y es que solo con querer hacer las cosas, la buena voluntad de llevar adelante un proyecto, no es suficiente. Los conocimientos y la práctica son fundamentales, y cuando alguna de las dos cuestiones no las lleva la persona/protagonista, hay que rodearse de los colaboradores idóneos. Pero además, la lectura segunda nos deja esa idea de que, a veces, también es necesario tener un poco de maldad (o poca inocencia).
Aunque a priori el escenario de La librería nos puede llevar a pensar en un entorno idílico, la realidad es que Fitzgerald quiere mostrar una realidad, no un paisaje placentero. Sin embargo, esto no elimina el habitual sentido del humor que encontramos en la literatura inglesa. Old House tiene su propio fantasma, que se manifiesta con ruidos evidentes cuando lo considera necesario y que va incluido en el precio de venta de la casa. Y también los diálogos cuentan con un cierto humor, o tal vez cinismo, que la traductora, Ana Bustelo ha sabido adaptar perfectamente en la traducción al español. Penelope Fitzgerald nació en Lincoln en 1916 y falleció en Londres en el año 2000. Sus obras han sido por lo general parcialmente autobiográficas; basando la trama en sus propias experiencias vitales. Ganadora de varios premios literarios, comenzó a escribir cuando tenía cerca de sesenta años.
La librería
Penelope Fitzgerald
Impedimenta
ISBN: 978-84-937601-4-4
192 págs.