El sol calienta el agua de los océanos, esta se evapora y pasa al aire como vapor de agua, el cual arrastrado por las corrientes de aire llega a las capas altas de la atmósfera donde forma esas preciosas, a veces, nubes por condensación. De nuevo las corrientes de aire son responsables de que las nubes se desplacen, choquen entre sí, se agrupen… al final, las nubes terminan desapareciendo al precipitarse sobre la tierra. Estas precipitaciones pueden ser en forma de nieve, granizo o lluvia.
Ahora es cuando interviene el ser humano. Esa lluvia a veces cae sobre las montañas, sobre los propios océanos y otras veces sobre los lugares de la tierra comúnmente habitados por el ser humano. A veces sobre los propios seres humanos, sobre aquellos que sabiamente no se protegen de ella con paraguas, chubasqueros u otros dispositivos protectores de la lluvia. En particular sobre aquellos que conocen cuál es su papel dentro del ciclo del agua.
El ser humano que recibe la lluvia directamente sobre su cabeza, absorbe parte de este líquido hacia su interior. Ya sabemos que alrededor del sesenta y cinco por ciento del cuerpo humano es agua (¿de dónde creéis que procede?). Esto no altera su ciclo vital, esa agua pasa a ser parte de su composición natural, como también lo son la alegría o la tristeza. Por naturaleza el ser humano tiene estados de humor cambiantes, pero una característica común a todos ellos es el llanto.
Unas veces las personas lloran de alegría, otras de tristeza. Esas lágrimas que el ser humano derrama hacia el exterior van cargadas de sentimientos, unas veces son felices y otras no tanto, otras son terriblemente tristes, otras agresivos… Estas lágrimas tiene una composición que a grandes rasgos es: una capa exterior oleaginosa que evita que el interior acuoso de la lágrima se evapore, porque las lágrimas tienen una función muy importante en el ciclo del agua. No olvidemos que la lágrima tiene un sabor salado (recordad que el agua que forma la lágrima procede de los océanos…).
Las lágrimas tienen que realizar un viaje, unas veces es largo y otras es corto, según donde habite el ser humano, hasta llegar a los océanos. Et voilà! El agua ha vuelto a los océanos y puede repetirse el ciclo una y otra vez.
¿Qué determina que las nubes se precipiten en forma de nieve, granizo o lluvia, y en qué intensidad? Seguro que ya lo habéis adivinado: los sentimientos humanos que viajan en las lágrimas. Un sentimiento feliz provoca precipitaciones en forma de lluvia o nieve ligera, a veces hasta en épocas poco comunes. Los sentimientos tristes hacen que las precipitaciones procedan de nubes oscuras. Los sentimientos agresivos tiñen los cielos de oscuridad absoluta y pueden generar hasta rayos y centellas, tormentas interminables.
Lo peor de todo es cuando muchos, pero muchos, muchos, muchos seres humanos están enfadados, o lúgubres, o peor aún, iracundos, entonces bloquean la salida de lágrimas, y es entonces cuando grandes desastres pueden ocurrir porque sus lágrimas no llegan a los océanos, y el ciclo termina por bloquearse por ausencia de sentimientos. Y eso supone que el agua de los océanos no se evapora para llegar a la atmósfera, formar nubes y precipitar sobre la corteza terrestre. Y esta circunstancia puede hacer empeorar el bloqueo del ciclo del agua.
Y esto es todo, como veis el ser humano tiene un papel muy importante en el ciclo «natural» del agua.